jueves, 11 de abril de 2013

Los poemas tétricos de las Ermitas de Córdoba

Son uno de estos sitios que, probablemente, no visitas en tu primera estancia en Córdoba. Sin embargo, y aunque no tienen la espectacularidad con la que te puedes encontrar en la Mezquita o en el Alcázar de los Reyes Cristianos, es un sitio muy, muy recomendable para hacer una visita tranquila. Porque las ermitas son un lugar donde se respira tranquilidad. Pequeñitas, humildes, en plena Sierra Morena y con unas vistas de Córdoba espectaculares. Las ermitas comenzaron a ser construidas en 1703, terminándose pocos años después y quedando con la configuración actual: 13 ermitas diseminadas por todo el recinto y de las que, en la actualidad, están accesibles al público solo dos. La congregación vivió allí hasta 1957, en la que se extinguió debido a la falta de vocaciones principalmente. Todas ellas tienen la misma distribución: tres pequeños compartimentos para leer, orar y descansar y un pequeño huerto o jardín para el trabajo manual. Además, cada ermita tenía un pequeño ciprés, que simbolizaba la invitación a mirar hacia el cielo. La verdad es que, verlas tan pequeñitas, y sobre todo la austeridad que las acompaña, impresiona.
La visita a las ermitas comienza por el Paseo de los cipreses. A la izquierda de este paseo podemos encontrar ya la primera ermita (la del hermano portero) y al final, se encuentra la Cruz del Humilladero; cruz que desde pequeñito me ha fascinado, y cuya inscripción me encanta. Es muy tétrica, y para los peques, quizás a alguno pueda asustar, pero a mi siempre me ha atraído sobremanera. En la cruz podéis encontrar una pequeña ventana, con una calavera, y la siguiente inscripción:



Desde luego, un poema muy revelador, aunque no el único. Un poco más adelante, junto a otra ermita situada anexa a un pequeño cementerio donde fueron enterrados los propios monjes, hay otra inscripción, que dice:

Detén el paso y advierte
Que este lugar te convida
A que mueras en la vida
Para vivir en la muerte



1 comentario:

  1. Es uno de los tesoros de Córdoba que pocos visitantes conocen. Y es una pena que sea asi porque son singulares.
    Yo tuve la suerte de conocerlas de pequeño y de mayor e, incluso, me aprendi el poema que nuestro poeta Grilo - hoy he pasado por la calle que Madrid le dedicó - escribió sobre ellas.

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